Al más puro estilo influenciar, gorra hacia atrás y móvil en mano, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, siempre parece preparado para un selfi o un tuit. Pero lo que empezó como una excéntrica forma de gobernar a través de las redes sociales se ha convertido en una agresiva estrategia política y comunicativa que está poniendo en jaque a la democracia salvadoreña. Sus tensiones con el resto de los poderes del Estado hacen temer un giro autoritario.